lunes, 1 de marzo de 2010

Arrebatos

DOLOR
La esperanza ha partido
Las sabanas admiran tu pecado
RABIA
Mordiste la mano que te alimenta
Los susurros atraviesan la pared
LOCURA
Las risas te comen vivo
Los dedos... te señalan
FELICIDAD
Quemaste a tus padres
Desmembraste al amor

Me he dado la libertad de tomar la medida exacta de cada parte de mi cuerpo
TORMENTO...

martes, 2 de junio de 2009

El arbol agonizante



H
ace un tiempo, no sé cuanto con exactitud, sucedió el hecho más fantástico, increíble y terrible que alguien se atreva a relatar.
Es inevitable no equivocarse en historias como estas, dado que se han llegado a distorsionar con el paso del tiempo, sin embargo, a aquellos que tengan el interés de continuar con la lectura, les aseguro, no se arrepentirán, pues trato de narrar lo más elocuentemente posible.
He de advertirles también que, quitando toda la ficción de por medio es importante creer en la magia de la naturaleza, es capaz de prepararnos enormes sorpresas.
Juana, era una joven mulata, de esas mujeres que ya casi no hay, de las que al pasar avientan como un ventarrón de hermoso olor que parece quedarse trabado en el aire, con unos ojos enigmáticos como los de un oso montañés a punto de asesinarle, era hermosamente caótica, pero… igual era como esas manzanas que lucen apetitosas por fuera cuando en realidad se están pudriendo por dentro.
La joven, gustaba de tener varios amantes, su interés la llevaba a extraer de sí, todo el orgullo que un humano puede tener, quedándose solo con el necesario para decir, “no, no si no me das algo de efectivo”.
Un día rutinario como cualquiera, la muchacha salió a caminar por la playa cercana, donde conoció al más apuesto marinero, que a decir verdad nunca nadie supo quien era aquel hombre. Y como quien dice, cada quien obtiene lo que merece, bueno pues Juana quedo enamorada.
El extraño partió justo después de dejar a Juana bien dormida.
Ella despertó con el sabor más amargo en la boca, con un vacio en su ser como si algo le comiera las entrañas poco a poco, y lloro, si, esa clase de llanto en silencio que ensordece.
Y después de cualquier drama, locura, amante, relación, alcohol, amigos y fiestas, pasaron los meses más agotadores para cualquier mujer.
Juana dio a luz a un varón, un bebe que al parecer era el fruto de 9 meses en constante odio a los hombres. El niño era espantoso, basta decir que tenia deformidades por todo el rostro y desde luego Juana lo desaprobó como a una cucaracha en su plato de mole.
El niño (Miguelito) creció aislado del mundo fuera de su casa, es más, de su habitación, cuando Juana se tentó el corazón por vez primera decidió llevarlo a la escuela.
Al cabo de unos días el niño comenzaba a ser cada vez mas desdichado que nunca, sufría de burlas, y groserías hasta por parte de sus profesores, bebía del liquido más agrio y añejo existente, cada que ponía un pie dentro de aquel plantel.
Pero un día sucedió, un día todo cambio, un día, tan solo por un día. Bien, Juana no pudo recoger ese día a Miguelito, por lo que tuvo que caminar largo rato, cuando tres niños de su clase lo toparon vagando decidieron arruinar su vida de la manera más inocente, era insoportable ver algo como tal, parecían animales luchando por comida, y cuando Miguel logro zafarse, se adentro al bosque ahí junto a la playa.
Al llegar al centro, encontró el árbol más alto que jamás nadie podrá llegar a imaginar, y enorme fue la sorpresa de Miguel al oírlo hablar.
Sin embargo, era un sentimiento cálido, no temió ni por un segundo, mas bien, se recargo y comenzó a inventarle cuentos que salían de esa deformada cabeza.
Pasaron los días, y conforme pasaban eran más y más amigos, miguelito no llegaba a su casa a veces, e incluso llegaba a faltar a la escuela.
Miguelito parecía, despertar, dormir, comer, vivir por aquel árbol, era la peor adicción conocida.
Juana, en un delirio de preocupación, encerró al pequeño, varios meses, provocándole un gran odio hacia ella, hasta que…
Un día miguel decidió salir a buscar a su amigo, a costa de todo, abrió la puerta, bajo las escaleras, tomo el molcajete de la cocina, se aproximo a Juana y la mato, así, sin más, simplemente aplastando su cabeza.
Pero algo inesperado había tenido lugar al mismo tiempo, el viejo petulante, y chismoso de al lado capto la acción del engendro y dio aviso al pueblo quien sin dudarlo decidió hacer justicia a mano propia.
Miguel corrió, traía a toda la chusma enardecida tras de él, siguió corriendo, tropezó, corrió, brinco, corrió, entro al bosque, corrió, y abrazo a su amigo.
El árbol, con un sentimiento inexplicable de felicidad comenzó a llorar, si, de ese llanto silencioso que ensordece, los pueblerinos llegaron, el árbol cargo a Miguel, y lo abrazo con todas sus fuerzas sin percatarse del daño que cometía.
La gente grito, el árbol, atendió las quejas de Miguel y lo soltó al abismo, donde el retoño padeció.
Los presentes aun cuentan como vieron a aquel adefesio trepar el árbol, enredarse en las ramas, y dejarse caer, pero todos sabemos que solo los que tuvieron bien abiertos los ojos en conjunto con la mente, esa noche, son los que vieron al árbol agonizante matar al niño.


Adrián Vargas González.

miércoles, 20 de mayo de 2009

El vientre de estambre

Eran días de verano en el pueblo de “El perdón”, un lugar no muy alejado de la capital mexicana, en donde, las familias eran escasas y bien conocidas entre todos.
Una de esas pocas, era la familia de los Gutiérrez, conformada por Don Timoteo y Matilde.
Esta pareja, se había casado desde muy temprana edad, pero por nada más que amor. La mayoría de la gente al principio creyó que Matilde estaba embarazada, pero a pesar de que era lo que ella más anhelaba nunca se le había concedido el engendrar su propia familia.
Pasaban los años, y muy a pesar de la edad tan corta en la que habían contraído matrimonio, parecía como si los años pasaran con las horas a veces como pocos minutos. La pareja envejecía y cada vez más perdían la esperanza de tener su propio hijo.
Don Timoteo, no se quejaba, no lloraba, es mas, era muy raro cuando mencionaba algo del tema, por lo regular permanecía en silencio, pero era de esos silencios que dicen mas que mil palabras, en los que las lagrimas invisibles ruedan por las mejillas y parecen estar mas saladas que nunca, silencios que demuestran un dolor extremo que no es bueno expresar nunca.
Por otro lado, Matilde, lloraba todas las noches, intentaba cualquier cosa tan solo por una esperanza más.
Caminaba descalza e incluso de rodillas hasta el altar de la virgencita del perdón, ahí en el pueblo, esperaba todas la noches una estrella fugaz a la cual pedirle un deseo, iba con la bruja de la región, y obligaba a Don Timoteo a intentarlo todas, todas, las noches,
La gente comenzaba a juzgarlos e inventar rumores tratando de explicar su infertilidad.
Llegaron a decir que Matilde era un engendro del demonio a la que se le había castigado sin un solo hijo, vagando por su perdón en ese pueblo mortal.
Matilde, no aguantaba mas, a veces soñaba que robaba algún bebe de un pueblo vecino, o hasta llegaba a creer lo que decían de su condena demoníaca.
Y entre tanta desesperación, enloqueció a gritos, pidiendo a quien la escuchara que le otorgara ese placer, no importaba como fuera el niño, solo quería uno.
Esa noche, todos escucharon sus gritos y lamentos y empezaron a temer de ella.
Pasaron tres meses y por alguna extraña razón su vientre crecía más y más.
A los 5 meses descubrió que por fin estaba embarazada, lloraba de emoción, permanecía todo el día acostada para no tener complicaciones y hacia que cualquiera que cruzara por su puerta cumpliera sus caprichos.
Al final, después de 4 meses más y cansadas labores de parto dieron a luz a una hermosa bebita, morena como el barro de modelar y ojos enormes como dos soles, estaba llena de vida.
Su nombre: Juana, la milagrosa.
Don Timoteo, se paraba las tardes enteras, contemplando a su mujer, el hombre expresaba una mirada de desorientación y confusión.
La mujer en cambio, pasaba los días, tardes y noches, arrullando a la pequeña, Matilde estaba muy agradecida, sobre todo por el hecho de saber que la pequeña Juana, no lloraba nunca, y hasta la dejaba dormir toda la noche sin pedir comida.
Una noche, mientras, la mujer cantaba cuna a su nena, tuvo un descuido el cual llevo a golpearle la cabeza a Juana, la cual se desprendió del cuello y rodó por toda la habitación.
Matilde, había enfermado de verdad, su demencia parecía no tener límites y pasaba todos los días arrinconada a gatas y oscuras arrullando a una muñeca de trapo que ella misma había hecho.
Timoteo, prefirió irse lejos del pueblo.
Y Matilde, murió encerrada en esa casa, arrullando, aquella muñeca, con cinta adhesiva sosteniendo la cabeza del cuello.